Desde la aparición del TranSantiago que mis hábitos alimenticios se han vuelto aún más alterados.
En las mañanas salgo echo una bala atrasado (intencionalmente) y la mayoría de las veces sin tomar desayuno. Afortunadamente en la oficina contamos con café y golosinas (galletas, biscochos y demases), antes no tomaba tanto café. La gracia de salir tarde es que me evito la congestión del Metro (y me puedo subir al tren), aunque ahora en invierno con este frío estoy pensando seriamente en irme más temprano para irme apretadito y calentito... (ironía por cierto, aunque lo pienso...).
En las noches llego tarde, ya sea por haber ido a clases, o bien por quedarme un rato más en la oficina, por el mismo motivo: Evitar las aglomeraciones de gente en el Metro. Llego a la hora del queso en la noche, con hambre y sin embargo la mayoría de las veces tan cansado que termino preparándome una leche con cereal y un sandwish.
Después de leer algunas reflexiones de algunos personajes, sobre el TranSantiago, pienso ¿dónde estuvo la falla? Y me respondo también. Definitivamente la idea inicial, que era mejorar la calidad de vida de la gente, no se cumple. Te vas apretado, llegas aún más tarde a tu destino, y terminas gastando un poco más de plata en locomoción. Hoy por hoy no es chiste vivir en Santiago.
Y pienso en los perjudicados colaterales: Nosotros los hombres (machos recios, del sexo masculino). Con las aglomeraciones de gente, muchas damas reclamaron con muy justa razón que al irse apretadas se exponían a toqueteos, agarrones y similares, propinados por engendros de mal vivir que perjudican la imagen del gremio que defiendo.
El problema: La paranoia. Como hombre dan ganas de salir con casco y camisa de fuerza, para que no te puedan culpar de nada. Por otro lado las mujeres andan todas saltonas, las rozan al salir del vagón y ya lo interpretan como agarrón mal intencionado. Ya no se puede ni siquiera (aquí me viene reto por exceso de honestidad) mirar tranquilo a ver si uno encuentra la justificación a haberse levantado temprano, justo cuando puedes encontrarte aquella top model, ese bombón, que no sabes si es un angel caido del cielo o una alucinación mañanera.
Hoy me tocó presenciar un dialogo de ese calibre:
Ella: "¿Para que andaas con los agarrones?" en tono molesto, increpatorio y lo suficientemente alto como para que todos los pasajeros cercanos nos enterasemos.
El: "Disculpe Srta. pero no le he pegado ningún agarrón"
Ella: "No te hagas el tonto, si hace rato que me vienes pegando agarrones"
El: "..." con cara de "Yo no he hecho nada" (y yo le creo, ese pedazo de Metro venía tan lleno que dificilmente se podía mover la gente)
en fin...
Mi mensaje:
En las mañanas salgo echo una bala atrasado (intencionalmente) y la mayoría de las veces sin tomar desayuno. Afortunadamente en la oficina contamos con café y golosinas (galletas, biscochos y demases), antes no tomaba tanto café. La gracia de salir tarde es que me evito la congestión del Metro (y me puedo subir al tren), aunque ahora en invierno con este frío estoy pensando seriamente en irme más temprano para irme apretadito y calentito... (ironía por cierto, aunque lo pienso...).
En las noches llego tarde, ya sea por haber ido a clases, o bien por quedarme un rato más en la oficina, por el mismo motivo: Evitar las aglomeraciones de gente en el Metro. Llego a la hora del queso en la noche, con hambre y sin embargo la mayoría de las veces tan cansado que termino preparándome una leche con cereal y un sandwish.
Después de leer algunas reflexiones de algunos personajes, sobre el TranSantiago, pienso ¿dónde estuvo la falla? Y me respondo también. Definitivamente la idea inicial, que era mejorar la calidad de vida de la gente, no se cumple. Te vas apretado, llegas aún más tarde a tu destino, y terminas gastando un poco más de plata en locomoción. Hoy por hoy no es chiste vivir en Santiago.
Y pienso en los perjudicados colaterales: Nosotros los hombres (machos recios, del sexo masculino). Con las aglomeraciones de gente, muchas damas reclamaron con muy justa razón que al irse apretadas se exponían a toqueteos, agarrones y similares, propinados por engendros de mal vivir que perjudican la imagen del gremio que defiendo.
El problema: La paranoia. Como hombre dan ganas de salir con casco y camisa de fuerza, para que no te puedan culpar de nada. Por otro lado las mujeres andan todas saltonas, las rozan al salir del vagón y ya lo interpretan como agarrón mal intencionado. Ya no se puede ni siquiera (aquí me viene reto por exceso de honestidad) mirar tranquilo a ver si uno encuentra la justificación a haberse levantado temprano, justo cuando puedes encontrarte aquella top model, ese bombón, que no sabes si es un angel caido del cielo o una alucinación mañanera.
Hoy me tocó presenciar un dialogo de ese calibre:
Ella: "¿Para que andaas con los agarrones?" en tono molesto, increpatorio y lo suficientemente alto como para que todos los pasajeros cercanos nos enterasemos.
El: "Disculpe Srta. pero no le he pegado ningún agarrón"
Ella: "No te hagas el tonto, si hace rato que me vienes pegando agarrones"
El: "..." con cara de "Yo no he hecho nada" (y yo le creo, ese pedazo de Metro venía tan lleno que dificilmente se podía mover la gente)
en fin...
Mi mensaje:
Señorita, si su problema es compartir sus 25 cm2 con la gente que la puede apretar en el Metro, NO VIAJE EN METRO, o salga más tarde (o más temprano). Si está en "esos" días, sus amigas no la llaman hace 3 días (por razones obvias), evite el Metro a las horas de mayor congestión. Y si no puede evitar el Metro, por su sanidad mental y la de todos quienes eventualmente podemos tener la desgracia de rodearla, tómese un Armonil, masque chicle o haga algo que la distraiga del desagradable viaje.
Estimado caballero, para evitar percances y molestias, procure siempre llevar algo en sus manos, un libro, una mochila o bloso, o en el mejor de los casos ambos. De esa manera cuando la susodicha de turno lo increpe por rozarla involuntariamente usted le responde caballerosamente "Claro mi'jita, le pegué un agarrón con la mano del juicio" y le muestra ambas manos ocupadas. Y si ella aún se muestra disconforme, ofrezcale su propio culo para que ella le pegue un agarrón a usted (y así se quede tranquila), a lo Juanelo:Imagen: Autoría de Can, Juanelo Online
1 comentario:
Jajaja me gustaron las recomendaciones. A modo de estadística banal, de todos los viajes que me he pegado en hora punto en Metro, curiosamente todas las discusiones de las que he sido testigo (no involucrado, afortunadamente), han sido por mujeres. Me parece curioso, incluso peleando entre ellas, donde el agarrón se descarta un poco más. Creo.
Cuídate, que estés bien.
Publicar un comentario