miércoles, febrero 01, 2023

Enamoramiento y desencanto laboral

Amo mi trabajo... la pregunta es cuanto dura el enamoramiento


Muchos de los artículos que he escrito apuntan al como me gustaría; dejemos inmediatamente claro que es una cosa personal y no algo que necesariamente  vaya a ocurrir; que una empresa "reaccionara" después de que se va gente. Pero ¿qué pasa cuando el escenario se  invierte? y a esto voy cuando es la empresa la que por diferentes motivos debe desvincular  funcionarios.

Pongámonos en el contexto  actual Febrero 2023, o derechamente finales de 2022, inicios 2023; muy a grosso modo.
  • Pandemia (el COVID sigue activo por si se habían olvidado)
  • Guerra en Ucrania (mi opinión hacia los rusos no es precisamente lo mejor)
  • Economía mundial en recesión
Elon Musk, Robert Kiyosaki entre muchos otros ya han anunciado que el 2023 se nos viene duro, así que no es sorpresa lo que ha sucedido en muchas empresas, no sólo en Latino-américa, sino a nivel mundial.
Ya vimos lo que pasó con Betterfly, que al final fue un "better fly", literalmente dejaron volar al 30% de su planilla de funcionarios (o colaboradores, como les gusta decir a las empresas de la nueva era), una catástrofe que fue muy bien adornada con la dolida carta de su CEO.

Digamos que los movimientos de gente, en cualquier organización, los quieras mucho, poquito o nada, te sumen o no te sumen, los movimientos de gente inquietan a las tropas. Esa incertidumbre de no saber que es lo que puede suceder mañana, sobretodo cuando los equipos se desarman, es uno de los caminos al burnout.

Burnout...

Entonces, como  una de las consecuencias de este movimiento de tropas, todo ese enamoramiento, todo eso que  te encantó, aparte del jugoso sueldo y los beneficios, todo eso que te motivo a estar trabajando donde estás, todo eso que te motivaba a despertar animadamente  cada mañana para ir al trabajo, se empieza a desvanecer.

Burnout..., te "empezaste a quemar" con tu trabajo, ganas de hacer nada, absoluta desmotivación, tu ánimo baja, tu actitud cambia negativamente, empiezas a cuestionar si los valores de la empresa están efectivamente alineados con los tuyos, te preguntas si ese discurso de las áreas de bienestar y RRHH (que a veces no existen) es de verdad o es la chapa para que se vea lindo. Eso pasa cuando los equipos se empiezan a  desarmar, sea porque se van yendo de a poco o porque los van yendo de a poco.

Si a eso le sumamos jefaturas inexpertas, o resultados de una meritocracia (o incluso parentesco), o cuyo liderazgo esté sostenido no por el carisma sino por el miedo que infunden "es que el/ella es el/la jefe/a". Cuántos se han callado denuncias sobre jefes abusadores por temor a quedarse sin trabajo, o incluso por represalias tipo bajarles las comisiones de ventas (por ejemplo). En ese sentido hay jefes a los que  no les importa liderar equipos, sino simplemente dirigir subalternos, y la diferencia es mucho menos sutil de lo que parece. Y claro, puede que como empresa necesites un tigre, pero mínimo esperar que ese tigre no se coma a tu gente (o que te genere otro tipo de problemas).

Y finalmente el discurso. En lo personal, la consistencia en el discurso es algo que valoro demasiado. Si me dices que se va a mantener blanco, te voy a creer, pero si me pintas todo negro después, pasan varias cosas:
  • Empezando, mi confianza en ti (pensemos en la confianza que puedo sentir hacia una organización) se va al carajo. 
  • Todo lo que me digas pierde credibilidad.
  • Me empiezo a quemar más. Y quemarse con alguien no es bueno, por lo bajo, te hace perder objetividad, entre otras cosas.
  • Me siento traicionado.
Tratando de  explicarlo con un ejemplo:
Es como cuando eras pequeño y le decías a tu mamá que querías un helado y te decía que no porque "no tenemos dinero para comprar helado", y esa misma semana tu mamá llega con un par de zapatos nuevos que se había comprado.
Da lo mismo si había una reserva de dinero para los zapatos de mamá, o si los zapatos sí  estuvieran en la lista de necesidades y prioridades (no así el helado). La cosa es que te  dijeron que no había dinero y resulta que sí había dinero.

No digo que laboralmente sea diferente. 
Probablemente hayan mil y un antecedentes que "el pueblo" no maneja, y las decisiones que se tomen efectivamente  tengan un soporte sólido que sólo manejan las jefaturas (básicamente de quien dependen las decisiones finales). Pero si para sostener que la empresa debe reducir personal, el argumento es que estás fuera de presupuesto, o que tenemos que ajustarnos el cinturón por la recesión, no puedes en esa misma semana estar contratando gente, o incluso tener posiciones abiertas ¿no qué estábamos reduciendo personal porqué no hay presupuesto?

En el caso que  ejemplifico, puede que efectivamente las nuevas contrataciones estén debidamente justificadas, sin embargo ¿cuál es el mensaje que le entregas al resto de tu organización? 
Déjame responderlo: Tu discurso es inconsistente. Da lo mismo que sea incompleto porque no  quisiste, no puedes, o incluso porque simplemente olvidaste mencionar los puntos de excepción; tu discurso ES inconsistente; dijiste algo, hicieron exactamente lo contrario.

Y eso te quema. Prepararse para ese escenario en que alguien (en algunos casos un mismo) tendrá que absorber y asumir todo aquello que se podía asignar a quienes ya no van a formar parte de tu equipo también quema. 
Quema el siquiera pensar que los niveles superiores de la pirámide organizacional (imagen sacada de este otro artículo mio) están considerando muy por encima el impacto de desarmar los equipos (más si lo sumamos a la inconsistencia del discurso). Quema más pensar que probablemente les interese un carajo el impacto de desarmar un equipo porque "es parte del crecimiento de la empresa". Quema...

Y entrar en esa fase de desencanto, duele por dentro,  quema, y quemarse  no es bueno. He estado ahí.
¿Será que es el momento de dar vuelta la página? y pongo las cosas en la balanza, y me resisto a evaluar esa opción, y espero no sea un error...