sábado, mayo 04, 2019

Crónica de una muerte anunciada



Se veía venir, mi desmotivación estaba aumentando insanamente mi habitual hostilidad por sobre los niveles socialmente aceptables. Así que una vez que una de mis varias postulaciones prosperó, renuncié a mi trabajo.

Yo lo veo como el cierre de un ciclo, las favorables condiciones que "me enamoraron" en un comienzo cambiaron a tal grado que se respiraba malestar e incomodidad. Pero en la cima de pirámide siempre serán incapaces de mirar de manera crítica más allá de sus pestañas, porque incluso sus narices sería que miraran demasiado lejos. Lo dicho, empresa familiar donde quienes toman las decisiones sobre temas técnicos no son del área, y el gerente TI jamás se empoderó de su cargo (y por cierto tampoco es ingeniero informático sino eléctrico...)

Entonces analizo hacia atrás y miro al futuro. Un nuevo desafío, donde una vez más rememoro ese episodio donde se dijo que "hay cosas que no se transan", o en este caso cosas que no se pueden pagar con dinero.
Efectivamente se lee como una contradicción a uno de mis últimos artículos, pero todo se trata de plata y al final no se trata de plata. Como ya han señalado demasiados autores, uno no renuncia a su trabajo, uno renuncia a su jefe. Pero hay señores feudales que no van a aprender a gerenciar/liderar  equipos como se debiera hacer, alimentar el bolsillo es siempre más importante que hacer buena gestión, y digo gestión de proyectos, de recursos y por sobre todo humana. Al menos para mi resulta inconcebible que una empresa se maneje desde el desconocimiento de los proyectos en curso, el estado de estos proyectos, y con una priorización basada en el "tengo que facturar", o en cual es el cliente que está llamando al gerente. Sin embargo la parte triste de la historia es que parece que esa estrategia funciona.

En un viaje al extranjero, conversando con un chofer de Uber me quedo grabada una frase que dijo "La gente ya no se preocupa por la gente" ("People don't care about people"). Y en países tercermundistas aspiracionales como Chile, lo vemos a diario, sobretodo como empleados. No hay (lo sé, estoy generalizando...) preocupación real por los trabajadores.

Me fui desilusionado, desilusionado al ver que como en 5 años la misma empresa no haya aprendido absolutamente nada en cuanto a gestión de proyecto informáticos, cero avance en las tecnologías utilizadas, el archipiélago de islas uni-personales en el equipo de desarrollo persiste, cero crecimiento profesional (los años van a pasar y vas a seguir picando las mismas piedras) y por sobre todo un  retroceso en torno a la gestión del recurso más importante en una empresa: las personas; quienes siguen ahí no porque sea la mejor de las empresas, sino porque no pagan mal. Como dice el secreto a voces en la empresa "Se notó demasiado el cambio de mano" y no para bien.

Y podría seguir descargándome, pero no. Simplemente voy a concluir que como la mayoría de las segundas partes (a excepción del Imperio contraataca) este capítulo fue algo decepcionante.
Pero así es el rock & roll del ingeniero de software, es iluso esperar que todo sea felicidad y éxito; es  casi como esperar que todo funcione bien a la primera.