Iba a recargar mi tarjeta Multivía (que sobrevivió al impacto Bip) y me llamaron la atención 2 cosas:
- Un aviso bastante llamativo que nuevamente indicaba que las tarjetas Bip estaban temporalmente agotadas en la estación.
- Otro aviso también bastante vistozo que indicaba el precio de la tarjeta Bip, el monto mínimo de recarga y el precio de la tarjeta con una recarga mínima.
- El primero un joven que preguntó a la cajera uanto costaba la tarjeta Bip , y cuanto era el monto mínimo de la recarga.
- El segundo un señor, no demasiado mayor que preguntó cuanto costaba la tarjeta Bip, y si había tarjetas disponibles parala venta.
Es como las pantallas de los computadores, los estudios de usabilidad hacen que todos los programas nos entreguen de manera bastante fácil (tanto como para que un niño de 7 años pueda manejarse sin mayores complicaciones en un sistema con las facilidades de Microsoft Windows) toda la información que podríamos requerir. Sin embargo los usuarios se empeñan en NO LEER las pantallas, ignorando todo tipo de información valiosa que pueda esta entregar.
Problema cultural.
No por ello la aplicación del TranSantiago es una buena solución, por lo visto se quedó solamente en la buena idea. Aunque resulta casi intuitivo que un cambio cultural favorecería a la efectividad de la medida. Nuevamente es un cambio que tristemente no es inmediato, sino que va a requerir al menos de un par de años para concretarse. De todas formas debió ser gradual y no tan drástico y repentino.
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