jueves, enero 11, 2007

TranSantiago

Mis vacaciones poco a poco llegan a su fin. Han sido intensas, dedicadas casi al 100% a amononar el departamento, el comedor está casi listo, por lo menos las sillas. Igual faltan algunas cosas aún, de hecho no he podido inagurar como corresponde ya que técnicamente no hay donde poder recibir visitas, a menos que no les incomode sentarse en el suelo.

Bueno, dejando un poco de esa historias de lado, algunos trámites me han hecho viajar en micro, por decisión propia ya que en metro hubiera sido al menos más seguro. Micros amarillas pintadas a al nueva usanza de las Micros troncales (blanco con verde), choferes disfrazados de gente (pantalón y corbata). Pero los mismos problemas que hemos vivido siempre; choferes histéricos, estresados y desagradables, echando carreras entre ellos y despotricando por que si y por que no; choferes muy entrados en años, que con suerte escuchan los timbres, que debieran estar hace rato jubilados dedicados a hacer jardines bonzai o a la carpintería liviana; vehículos que se ven nuevos, pero que en el fondo tienen más de 10 años de servicio activo, y empiezan a fallar.

Sumado a ello un original sistema de cobranza, con máquinas recibidoras de monedas (y solamente de monedas) y un torniquete tipo Metro. Las mañanas son un caos, las monedas empiezan a escasear, el servicio se hace increiblemente lento. Nota al margen: Ese sistema fue desechado por Argentina por demostrarse que no funciona, pués simplemente no se ajusta a la realidad de la cultura latinoamericana. Ya nos dimos cuenta de eso.

Supuestamente desde el 10 de febrero todo va a funcionar con las tarjetas de prepago, pero auguro problemas y complicaciones. No se que tan rápido sea viajar en micro, y que tan sencillo sea. Ahora uno debe "planificar" los viajes, y apuesto que Zamorano hace como 20 años que no viaja en Micro. Así que por lo visto seguiré viajando en Metro, y espero que la gente circule por su derecha, deje bajar antes de subir, y toda una serie de sugerencias a las que mucha gente hace ojos ciegos y oídos sordos, aún cuando contamos con miles de señales gigantes y visibles, y cuando continuamente la gente del Metro emite "recordatorios" por los alto-parlantes.

Es una cosa de cultura y solamente de cultura. Si no hacemos nada el Jaguar de Latinoamérica seguirá siendo un gato de campo que vive en un techo.

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